Vivianne Blanlot: “Ha habido sistemática agresividad despectiva hacia la Presidenta”
29.11.2007
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29.11.2007
Blanlot dejó la cartera de Defensa en el cambio de gabinete del 27 de marzo de este año y por primera vez habla en extenso de las dificultades que han enfrentado las ministras y la Presidenta por la dura reacción de los antiguos líderes políticos. A su juicio, sienten “temor” ante un estilo que integró equipos con rostros que no pertenecen a las cúpulas partidarias y bajo el novedoso criterio de paridad de género.
¿Qué fue lo más difícil como mujer mientras estuvo a la cabeza del Ministerio de Defensa con la primera mujer Presidenta?
Enfrentarse a una cultura masculina anclada tanto en el mundo político -a nivel de partidos y sus dirigencias- como en las organizaciones del Estado y de Gobierno. Ha sido bastante notoria la resistencia que hay en esos dos mundos a la llegada no sólo de una Presidenta, sino también de ministras. A ello se agrega la resistencia de la cultura política a un nuevo grupo que ingresa al gobierno de la mano de esta Presidenta, que no pertenece a la institucionalidad cupular de los partidos, que no llega por un acuerdo partidario, sino como consecuencia de una popularidad espontánea que sobrepasó la posibilidad de que las cúpulas decidieran quién sería el candidato de la Concertación.
Si tomamos cuatro ministerios clave -Secretaría General de la Presidencia, Defensa, Vivienda y Mideplan-, en todos ellos la Presidenta escogió primero mujeres militantes de muchos años, pero que no han estado en las dirigencias partidarias. Y, por lo tanto, han sido vistas desde el mundo político como personas “sin experiencia”. Esto generó en el primer año una sistemática agresividad despectiva hacia la Presidenta y a las ministras.
¿Podría graficarlo?
Los comentarios políticos de hombres en los que sistemáticamente y por meses se hizo una evaluación negativa basados en la “ineptitud” de algunas ministras, siendo que eran carteras que por su misma naturaleza no muestran mucho lo que hacen. Y si uno analiza la labor de los hombres que habían precedido a las ministras “ineptas”, realmente aparecían muy poco. La “ineptitud” tenía su origen en un prejuicio y en la total ignorancia de lo que las ministras estaban haciendo. Otro punto es que las ministras más visibles fueron calificadas por su aspecto: “dureza”, “rigidez”, “falta de cortesía”, “lejanía”. Después fueron tomando a otras ministras como ejemplo de “falta de capacidad política” o “falta de fineza política”. Y esa dureza se extendió incluso a la Presidenta. Muchos actores políticos -y comentaristas- han vertido permanentemente calificativos sobre la “ineptitud” de la Presidenta, una palabra que no habíamos escuchado respecto de ningún gobernante. Es mucho más duro decir “la Presidenta es inepta” a afirmar “la Presidenta se equivocó, cometió un error”.
¿Habría una especie de acuerdo del mundo político masculino para incurrir en esa descalificación?
No lo creo. Es más bien una reacción muy visceral ni siquiera demasiado consciente. Desde el principio del gobierno percibí en algunos sectores, incluso de la Concertación, y sobretodo entre los que habían estado en anteriores gobiernos de la coalición, una creencia basada más bien en las emociones que en la racionalidad de que este gobierno no tenía la capacidad de gobernar. Esa idea se fue instalando incluso durante la campaña presidencial.
Ese fenómeno, ¿cree usted que se agudizó con la elección que hizo Bachelet de los miembros de su gabinete?
Sí, y no sólo porque la mitad eran mujeres, sino también porque en su mayoría, el elenco masculino y femenino no pertenecía al establishment de los partidos. Como la derecha siempre ha calificado negativamente a los gobiernos de la Concertación, cuando esto proviene de nuestro propio grupo político, es un síntoma de un fenómeno cultural más profundo.
¿Cómo afecta esa reacción en la función de un ministro?
En formas bien concretas. En primer lugar, la forma en que los ciudadanos perciben la gestión es clave para su éxito. Nada se puede lograr, sobre todo cuando se está tratando de hacer cambios profundos, si la gente no percibe que son transformaciones que se están haciendo bien y con sentido. Si no es así, no habrá fuerza política para apoyar los cambios. Los mismos partidos no se ven obligados por la ciudadanía a apoyarlos. Comunicar lo que se está haciendo, por lo tanto, es vital. La forma en que se va percibiendo la gestión de un ministro o ministra está determinada en un porcentaje importante por lo que dice la prensa. Y las líneas editoriales de los medios de comunicación, salvo excepciones, las deciden hombres y normalmente de un mundo bastante conservador. Y en este tiempo hemos visto como todas las estructuras de poder tradicionales han expresado su rechazo respecto a este fenómeno político nuevo que encarna una mujer Presidenta, cuyo equipo no viene de las estructuras políticas tradicionales. En lo práctico, el hecho de que cada una de las cosas que se están haciendo es presentada en la prensa con un tinte negativo, obliga a que una parte importante del tiempo se dedique a buscar fórmulas para contrarrestar.
¿Cómo fue enfrentarse al mundo masculino en la organización del trabajo del Ministerio de Defensa?
Allí, la cultura dice que la jerarquía importa más que nada. Pero es apariencia, porque en la práctica hay una cierta costumbre, como en todos los ministerios, de concebir al ministro como un invitado de paso y, por lo tanto, lo que se hace se define al interior del grupo permanente, que es la estructura tradicional. Cuando cambia un ministro, si el nuevo se adapta a la forma de trabajo, se le hace la vida relativamente fácil, pero si viene con una agenda de cambio, se encuentra con una resistencia muy brutal y que consiste en simplemente no hacer, no entregar información, obstaculizar.
¿Qué hizo entonces?
Pasaron por lo menos seis meses antes de que los grupos más importantes del ministerio se fueran dejando seducir por la idea de que en realidad ellos podían ser objeto de una delegación, no sólo de funciones, sino de la capacidad de crear, pensar, diseñar. Y en la medida que lo fueron percibiendo no como una amenaza, sino como una oportunidad, empezaron a sumarse. Pero hubo varios meses de resistencia cerrada.
¿Cómo evaluó usted el rechazo a su propuesta, hecha desde Haití, a que Chile apoyara económicamente ese proceso?
No me esperaba esa reacción. Yo planteé que además de ayuda militar, gastáramos unos pocos recursos, algo muy menor, en asistencia técnica. No hablé de donaciones, sino de préstamos de Chile avalados por bancos multilaterales. La experiencia internacional en ese rubro indica que estos préstamos nunca se dejan de pagar, tienen una seguridad de repago casi del 100%. Entonces, lo que habríamos dado quizás es una fracción de una tasa de interés menor a la que podríamos ganar en los mercados internacionales. No era un regalo. Y la reacción fue visceral. Si yo hubiese estado en el otro lado, en el de las finanzas, habría dicho: “lo vamos a analizar”. Fue visceral porque principalmente se sintió como una invasión de territorio, más que porque la idea en sí no fuera sensata. Y la derecha reaccionó descalificándome al decir que era difícil encontrar una persona que supiera menos de economía en Chile que la ministra de Defensa. Pero yo estoy tranquila respecto a mi formación económica…
¿No se siente con menos herramientas en esa área, con complejos?
Ninguno. Y sé perfectamente que lo que proponía tiene sentido económico y estratégico. Pero la reacción por parte de algunas personas del gobierno y la Concertación fue irracional: cómo era posible que una ministra de Defensa, que además es mujer, se atreva a proponer algo que está fuera del ámbito estricto de lo militar. Nadie quiso ver que cuando nosotros vamos en operaciones de paz recibimos grandes beneficios, porque nos hacemos conocidos como país amigo en la comunidad internacional que tarde o temprano va a tener que pronunciarse sobre temas que a nosotros directamente nos incumben en el plano estratégico. Entonces, aumentamos nuestra capacidad de negociación y los beneficios son enormes. Lo curioso es que inmediatamente después, y a pesar de toda la alharaca pública que hubo, el Estado empezó a invertir recursos, no préstamos sino donaciones, en asistencia técnica a Haití. Lo que significa que lo anterior fue claramente una reacción a quién hizo la propuesta y no al tema mismo.
¿Qué otro episodio grafica esa reacción de la que habla del mundo masculino?
Cuando el comandante en jefe del Ejército dijo públicamente que él consideraba que cuando muriera el general Pinochet había que hacerle funerales de Estado, tanto la Presidenta como los ministros del área política y yo misma consideramos que eso no era aceptable. Era una opinión sobre un tema político que le compete al gobierno decidir. Un comandante en jefe no debe pronunciarse sobre esos temas. Entonces, hablé con él, le dije que no me parecía razonable ni correcto lo que había hecho y después, cuando la prensa me lo preguntó, dije que esa materia no le correspondía decidirla al comandante en jefe y tampoco le correspondía hacer públicas sus opiniones sobre ella. Se me criticó por haber reaccionado excesivamente ante una opinión personal de un comandante en jefe y se ensalzó durante varios días lo fantástico que era este general y su espíritu democrático. Y no me cabe la menor duda que cualquier ministro de Defensa habría hecho lo mismo. Muchos parlamentarios de la Concertación veían la actuación de esta ministra con una mirada de mejor no aparecer.
¿A qué lo atribuye?
La única explicación es que hay una sensación que está inserta en la parte emocional de muchos de nuestros hombres de que las mujeres no debemos meternos en temas serios, y cuando lo hacemos, debemos estar circunscritas a lo mínimo. También hay un cierto celo por el liderazgo, un cierto temor de que las mujeres sean percibidas por la población con aprobación y que levanten vuelo político.
¿Temor a sentirse desplazados?
Cuando las mujeres somos el 20% de un gabinete estamos dando muestras de que somos un país sin prejuicios y sin discriminación. Pero cuando ya llegamos no sólo a ser la mitad, sino que además empieza una ola de satisfacción de la población ante la llegada de un gabinete paritario -porque fue impresionante la reacción de los ciudadanos-, por primera vez el mundo masculino maduro, que tuvo la mayor dominancia en el siglo pasado, se encuentra con que esto viene a moverlos. Cuando escuchas a gente joven decir “este es el siglo de las mujeres” o en una conversación de adolescentes universitarios se dice “ahora les toca a las mujeres”, son señales de que hay un cambio. Y la idea de que los estilos cambien radicalmente produce temor.
¿Cuál es la reacción del mundo militar?
El mundo militar es muy curioso, porque se abrió a la llegada de las mujeres hace bastantes años. Y si bien aquellas que ingresaron a las Fuerzas Armadas y a Carabineros iban en gran medida a labores que tenían más que ver con lo administrativo, con el tiempo se han ido abriendo más espacios y ya hay bastantes mujeres que están en el manejo de armas y tecnologías. No están en infantería, pero sí en el manejo de sistemas bélicos. Lo que no les había ocurrido es tener mujeres en el mando. Y se encuentran primero con Michelle Bachelet y después con Vivianne Blanlot en un momento en que todo el sistema de la Defensa está a punto de cambiar, porque se han venido estudiando reformas para modernizar toda la cadena de decisiones y ahora viene su implementación. Y esa transformación significa que los ministros pasan a mandar en forma más clara, y los ministerios tienen mucho más que decir en las políticas de Defensa.
¿Y cuál es su balance sobre cómo la evaluaron?
Seguramente pueden haber tenido dudas respecto de mi capacidad para estar al mando. Y hubo comentarios al respecto. Pero mi impresión es que a nivel de comandantes en jefe y altos mando se llegó rápidamente a la conclusión de que, a pesar de ser mujer, mi decisión era ejercer la autoridad. Y no hubo discusión de ella. Ahora, con los comandantes en jefe dejé en claro desde la partida que las reformas las teníamos que hacer juntos, y en las cosas en que tuviéramos diferencias debíamos discutir hasta el final, con el espacio abierto para hacerlo en forma muy directa y cruda.
¿Cómo reaccionaron las instituciones de Defensa y Relaciones Exteriores del continente en relación a su condición de mujer?
No hay problemas de género. En el mundo civil de la Defensa a nivel internacional y entre los países con los que nos relacionamos, creo que somos de los más atrasados en esa materia a pesar de que la primera presidenta elegida de Latinoamérica es Michelle Bachelet. Las mujeres han estado mucho mejor insertas en la política en varios países latinoamericanos antes que acá. En Argentina, Uruguay, Colombia, hay bastantes más mujeres desde mucho tiempo atrás. No les llama la atención.
¿Qué cree que va a resultar de este choque de culturas y de la resistencia del mundo político e institucional masculino?
Creo que ya no hay posibilidad de que a futuro tengamos un gobierno que no tenga que dar explicaciones por no aplicar el criterio de paridad. Eso cambia las cosas y es un gran avance. Además, ha habido reacción de las organizaciones de mujeres. Hay un despertar respecto de estar atentas a lo que está pasando, que esto es algo que tenemos que cuidar y no podemos quedarnos pasivas. No tengo ninguna duda de que vamos a seguir avanzando. El cambio cultural, en cuanto a género, está en marcha y es irreversible. En la generación de nuestras hijas e incluso un poco mayores, ya tienen una actitud distinta. Mi generación se plantaba sabiendo que había que derribar puertas, pero al mismo tiempo no podíamos ser demasiado agresivas porque se nos podía cerrar más el camino. Las mujeres de la nueva generación se consideran con todo el derecho a estar y no piden permiso. A ellas no les va a pasar lo que nos está pasando a nosotras. Sin embargo, a este gobierno se le van a poner más duras las cosas, por el solo hecho de tener una mujer Presidenta. Cualquier gobierno de la Concertación, por ser el cuarto de la coalición, iba a enfrentar mucha más dureza y exigencia, pero el que sea una mujer le agregó otro factor.
¿Ha tenido la posibilidad de aquilatar qué pasó con la mujer común y corriente en este año?
Si uno mira la legislación que se ha introducido en los últimos 15 años en los terrenos que le importan a la mujer común, ha habido pasos impresionantes respecto a reconocer varias cosas. Primero, que la mujer en Chile es la que lleva las riendas de la familia, es la que se hace cargo cuando el hombre decide no estar. Y hay una proporción importante de familias en que la mujer es la única proveedora y además jefa de hogar. Ello ha implicado modificar la forma en que se hacen políticas públicas: ahora tienen que dar cuenta de ese fenómeno en materia de salud y vivienda, que son los temas más importantes.
¿Se bate en retirada la imagen de la familia ideal, en la que se basa toda la publicidad, con mamá y papá, macho proveedor y mujer en un rol secundario?
Esa mirada ha sucumbido ante una avalancha cultural. Porque hoy el 80% de los chilenos entiende la sociedad como es y no como ese ideal que no existe. Eso ha venido acompañando este proceso de implementar políticas públicas dirigidas a la verdadera familia y se refleja en otro cambio al que este gobierno le ha puesto el acelerador: la acogida que la sociedad le da a la mujer maltratada. Ya no se trata de otras mujeres que ayudan, sino la sociedad disponiéndose a cuidar. Hoy es un tema sancionado socialmente. Y en el área educacional, el énfasis en las guarderías y jardines infantiles es un reconocimiento generalizado a que la mujer está en el mundo del trabajo. En el mundo real el avance es muy fuerte.
¿Y en el mundo de los negocios?
Este gabinete paritario le mandó un mensaje al mundo de la empresa privada porque hay muy pocas mujeres en directorios de grandes empresas. Y ellos han tenido, por primera vez, que nombrar mujeres en directorios. Todavía es incipiente, pero el proceso ya se inició. Están empezando a llevar mujeres a los niveles gerenciales más altos de empresas internacionales que tienen filiales medianas en Chile. Un fenómeno de los dos últimos años. Donde siempre ha existido mucha mujer a la cabeza y que se ignora, es en la pequeña y mediana empresa: la mujer empresaria que ha montado su empresa desde cero. Ante un mercado cerrado creo mi propia empresa porque no quiero ser siempre subordinada y aquí seré jefe aunque lo sea de un capital pequeño. Y las mujeres han demostrado ser muy buenas emprendedoras.
¿Cuál cree que son los métodos, acciones ejecutadas en el mundo del poder por las mujeres y que las diferencian de los hombres?
Siempre he visto en muchas mujeres una tendencia natural a entender que la buena gestión es aquella donde se delega y se aprovechan las características que tienen los que trabajan con uno. La otra actitud es decir “el cargo exige estas capacidades y si fulano no las tiene, se va”. Yo no he llegado a ninguna oficina pública a cambiar a todo el mundo. He llevado complementos. Y me ha dado resultados. Y he visto a muchas mujeres que su primer impulso es trabajar así, pero como en el mundo de la empresa y de los organismos del Estado a veces hay rigidez excesiva, se han encontrado con que este estilo no resulta, porque se califica ese método como debilidad en vez de percibir que es seguridad en la propia fortaleza. Como consecuencia, algunas mujeres están tomando un estilo más masculino de ejercer la autoridad y se obligan a trabajar con códigos de exceso de uso de la jerarquía, de ostentación de la autoridad sin sentido.