Señor director: A propósito de la reciente cuenta pública presentada por el Presidente Boric, en la cual se mencionó la controversial cuestión de la eutanasia, me parece oportuno compartir una reflexión que me acompaña a diario, siendo una persona de la tercera edad al cuidado de su padre.
Durante estos años, he sido testigo del profundo sufrimiento de mis padres: mi madre, quien falleció recientemente, padeció durante veinte años las secuelas de una trombosis que le quitó su autonomía, amistades y la alejó de su familia. Pasó sus últimos días en cama, alimentándose por sonda, quejándose y sin momento alguno de lucidez. Verla en ese estado, sin calidad de vida, fue una experiencia desgarradora y deshumanizante para toda la familia.
Mi padre, por su parte, la vio morir, si entender bien qué pasaba; hoy se mantiene en un estado de desconexión, sufriendo por estar acompañado de personas que no reconoce y aterrado por no encontrar a las personas que amó, pero que ya no están.
A mi edad, desearía poder descansar y disfrutar de la lucidez que aún tengo junto a mi esposa, hijas y nietos. Sin embargo, debo cuidar a mi padre, una persona completamente dependiente que no sabe quién soy. Quizás, cuando él pueda prescindir de mis cuidados, seré yo quien necesite que me cuiden. Y lo que menos quiero es que mis dos hijas tuvieran que enfrentar la situación que hoy enfrento.
Considero que la discusión sobre la eutanasia es crucial. Abordándola con sensibilidad y humanidad y equidad, llegaríamos a soluciones que respeten a las personas y su derecho a una muerte, pero sobre todo a una vida digna.
Coincido plenamente con lo expuesto por Don Jorge, es necesario discutir y legislar sobre la eutanasia, ya que implica también la libertad de una persona de morir con dignidad y sin tener que sufrir inutilmente por largos períodos de tiempo, cuando no hay recuperación posible y lo único que la persona desea y sus familiares también es poner fin al sufrimiento.
