ESCRITO POR MÓNICA GONZÁLEZ Y PUBLICADO POR REVISTA CAUCE, SOPRENDIÓ AL PAÍS EN 1984
A 50 años del asesinato del edecán Araya: CIPER vuelve a publicar el reportaje que reveló que un grupo de ultraderecha cometió el crimen
28.07.2023
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ESCRITO POR MÓNICA GONZÁLEZ Y PUBLICADO POR REVISTA CAUCE, SOPRENDIÓ AL PAÍS EN 1984
28.07.2023
El pasado jueves 27 de septiembre en el Palacio de La Moneda se rindió homenaje al capitán de Fragata Arturo Araya Peeters, edecán naval del Presidente Salvador Allende. El edecán Araya fue asesinado el 27 de julio de 1973. En esas últimas semanas de la Unidad Popular, la prensa de derecha culpó a grupos de izquierda. Pero después del 11 de septiembre no se volvió a hablar del asunto. Once años después, una rigurosa investigación de la periodista Mónica González reveló a qué se debía ese silencio: el edecán Araya fue asesinado por un comando de ultraderecha en colaboración con sectores de la Armada que pretendían precipitar el golpe de Estado, los criminales fueron liberados por la dictadura y el único condenado recibió el indulto de Augusto Pinochet. El 26 de junio de 1984, la revista Cauce difundió ese reportaje de Mónica González (Premio Nacional de Periodismo 2019, exdirectora y fundadora de CIPER) y hoy, al cumplirse 50 años del crimen del edecán Araya, CIPER vuelve a publicar esa pieza periodística que sorprendió al país con una verdad incómoda para la dictadura y sus aliados.
INFORME ESPECIAL: QUIÉNES ASESINARON AL COMANDANTE ARAYA
En julio de 1973 el entonces Edecán Naval de Allende fue acribillado a balazos y la ejecución fue atribuida a partidarios del gobierno.
La verdad es otra: el marino fue ultimado por un comando de ultraderecha que se entregó el 12 de septiembre de 1973 y sus integrantes indultados por el General Pinochet en 1980.
La noche del 26 de julio de 1973 constituye uno de los eslabones más novelescos y oscuros en la cadena de hechos que determinaron el éxito del golpe militar del 11 de septiembre. Aquel día, Santiago y específicamente Providencia, vivieron una inusitada jornada de violencia que culminó con el asesinato del Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, Capitán de Fragata Arturo Araya Peeters. Sus asesinos, militantes de Patria y Libertad, confesos, recibieron posteriormente el indulto del General Augusto Pinochet Ugarte en su calidad de Presidente de la República. Este hecho se ocultó deliberadamente ante la opinión pública. Pero sólo es una ínfima parte de una historia rocambolesca cuyos hilos manipularon manos -hasta hoy- anónimas.
¿Quién era realmente Arturo Araya? Solamente un abnegado Edecán Naval? ¿Era un alto jefe de inteligencia? ¿Qué rol jugó Jorge Ehlers en los sucesos acaecidos esa noche? ¿Fueron efectivamente los sectores golpistas de la Armada los que programaron aquella jornada? ¿Por qué no se les aplicó a los culpables todo el rigor de la ley?
Las interrogantes son múltiples. CAUCE se abocó a la tarea de investigar ésos hechos. Estos son los resultados. (Vea aquí el artículo original de Revista Cauce)
El 26 de julio de 1973 el país entero vivía un clima de tensión y zozobra. La situación de inestabilidad y de violencia se había agravado desde que el 29 de junio fuera sofocado, con problemas, un levantamiento militar protagonizado por un grupo de militares del Regimiento Blindado No 2, al mando del Coronel Roberto Souper Onfray. El grupo insurgente bombardeó la Moneda y atacó luego el Ministerio de Defensa con la intención de rescatar de su interior al Capitán Sergio Rocha Aros, detenido a raíz del «cuartelazo» que se detectó cuatro días antes.
El Comandante en Jefe del Ejército General Carlos Prats sofocó el levantamiento marchando él personalmente al frente de sus tropas. El saldo del «tancazo» fue: 32 heridos a bala, 22 muertos entre civiles y militares y 50 detenidos. Luego, el Congreso rechazó el Estado de Sitio que pretendió implantar el Gobierno por tres meses.
El 4 de julio, ante la escalada de insurgencia desatada en el país, los tres Comandantes en Jefe de las F.F.A.A emiten una declaración en la que reiteran a «SE. el Presidente de la República el invariable respaldo de las Fuerzas Armadas al régimen constitucional y su respeto por las prerrogativas presidenciales».
En medio de un ambiente de caos provocado por las múltiples paralizaciones de faenas y los problemas de abastecimiento, el Presidente del Partido Democratacristiano, Patricio Aylwin, declara: «No hay diálogo posible bajo amenaza o intimidación. Nadie dialoga con una pistola al pecho». El Instituto Nacional de Estadísticas informa que la inflación en los últimos 12 meses ha alcanzado 283,4 por ciento. Jarpa, por su parte, denuncia que «el país se está transformando en un gran manicomio en el cual el médico jefe ha perdido el control». La opinión pública conoce de la existencia de grupos del MIR, que, frente a los cuarteles, llaman abiertamente a la subversión. Se multiplican los allanamientos en busca de armas, practicados por fuerzas militares.
El 25 de julio estalla un nuevo paro nacional indefinido de camioneros. Al día siguiente, las más altas autoridades de Gobierno y diversos personeros militares, entre los que se cuentan los tres Edecanes presidenciales, visitan la Embajada de Cuba en el día de su aniversario patrio. El Edecán Naval Arturo Araya Peeters se retira promediando la medianoche.
A la 1.30 horas, aproximadamente, un comando terrorista hace estallar una bomba en una camioneta de INDAP estacionada en Carlos Antúnez con Fidel Oteiza, a dos cuadras del domicilio de Arturo Araya. Esa noche en todo el sector se sentirán ráfagas de metralleta y bombazos: arden barricadas y se producen enfrentamientos. También hay impactos de bala en un transformador de energía eléctrica cercano.
El Comandante Araya, inquieto por las explosiones, se asoma al balcón de su residencia, al parecer metralleta en mano. La casa del Edecán es de dos pisos, pintada de blanco y con un pequeño antejardín. No hay árboles altos en las proximidades, por lo que ningún obstáculo se interpuso entre el balcón y el grupo terrorista ubicado en la pequeña calle que comunica Pedro de Valdivia con Carlos Antúnez.
Fue el momento en que se produjo la descarga. Varios proyectiles lo impactaron. Herido de gravedad fue trasladado en ambulancia al Hospital Militar. Araya es operado de urgencia. Inútil. A las 2.10 de la madrugada muere ante la consternación de sus familiares y amigos.
El 27 de julio Chile se despierta con una gran interrogante: ¿Quiénes mataron al Capitán de Fragata Arturo Araya? El clima de tensión aumenta minuto a minuto. Efectivos reforzados de la policía civil y uniformada realizan intensos patrullajes y rastreos en busca de los asesinos, Allende está consternado. Para nadie era un misterio que Arturo Araya se había constituido en uno de sus más apreciados colaboradores y amigos.
Los preparativos del funeral comienzan. La viuda se hace eco de la campaña que la prensa opositora desata acusando a los partidarios del Gobierno del asesinato. Moy de Tohá es testigo de aquellos momentos. Allende la llamo para que lo ayudara en los preparativos. Acompañó a Alicia Moder, la viuda de Arturo Araya, durante los momentos previos y en la ceremonia fúnebre. Fue testigo de la negativa de la viuda a recibir las condolencias presidenciales. El gesto no escapó a los altos mandos militares. Tampoco a la gran cantidad de oficiales de la marina presentes. Finalmente, y luego de una aguda tensión, la ceremonia se realizó en La Moneda.
Las más altas autoridades del país, políticas, eclesiásticas y militares se dieron cita. Moy de Tohá recuerda que ésa fue una de las raras ocasiones en que su temple la traicionó. Al llegar a La Moneda y subiendo las escalinatas escucho unas carcajadas que provenían del Salón O’Higgins. Frente a la puerta del salón, se dio cuenta que Fernando Léniz, en ese entonces Presidente de la Empresa «El Mercurio», era el emisor de las carcajadas «No dudé un instante y le ordené que se retirara», dice Moy de Tohá.
En medio de una gran confusión y de una verdadera guerra de rumores, trasciende que un detenido, confeso del asesinato, está en poder de Carabineros. Simpatizante del Partido Socialista obrero electricista del Servicio de Equipos Agrícolas Mecanizados de la CORFO, José Luis Riquelme Bascuñán aparece señalado como el principal culpable.
Es sólo el comienzo. Casi inmediatamente después y sorpresivamente el Prefecto de Carabineros de Santiago, General Fabián Parada, declara a la Radio Agricultura: «Me dirijo a los radioescuchas de todo el país. Les habla un hombre, un General de Carabineros. Yo no he conversado con el Presidente para informarle que tenemos un detenido. Esto es totalmente falso y se los digo con la honradez de más de 30 años de servicio. Sé que muchos compañeros me están escuchando. Sé que mis jefes, mis oficiales subalternos saben que he sido un hombre que ha dedicado su vida entera al servicio de la comunidad. Pero para estas canalladas que se dicen por la radio yo no me presto ni menos para que tome el nombre del Presidente de la República. A todos les pido perdón. Es primera vez que un General de Carabineros se presenta ante un micrófono. No soy un general como otros se imaginan…” Esta insólita declaración hizo pensar a muchos que el asunto era más complicado de lo que se suponía.
La historia del asesino de izquierda continuó siendo ampliamente difundida “El Mercurio” escribe que «pese al hermetismo en círculos del Tribunal, se tuvo conocimiento que el proceso puede pasar a ser uno de los más apasionantes de los últimos tiempos por claras implicancias de personajes insospechados». La investigación continúa. El obrero sospechoso es interrogado por el Fiscal Militar, Joaquín Earlbaum, y por el Ministro de la Corte, Abraham Meersohn. El Presidente Allende nombra una comisión compuesta por todos los servicios de inteligencia para que indague el crimen.
Cabeza del grupo investigador es el Subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y Jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea, General Nicanor Diaz Estrada.
Riquelme confiesa y habla de sus contactos, de la participación de tres cubanos en el comando asesino. En una edición especial de Zig-Zag titulada «Anatomía de un Fracaso”, se lee «En extrañas circunstancias caía asesinado el Edecán Naval, Comandante Arturo Araya Peeters. A los pocos días se entregó como implicado en el crimen un militante socialista, quien vinculo en el hecho nada menos que a uno de los jefes del GAP, Domingo Blanco, más conocido como Bruno. Cuando éste cayó detenido más tarde, confesó su participación».
Así culminó para la opinión pública el asesinato de Arturo Araya del cual nunca más se volvió a hablar después del 11 de septiembre de 1973.
Por diversos conductos: Cauce descubrió que la historia del asesinato de Arturo Araya era muy diferente. Llegamos a Valparaíso, conocimos el expediente del proceso y la verdad es que nos encontramos con otra madeja y con una verdad sorprendente.
Lo primero es que el obrero José Luis Riquelme, simpatizante socialista, fue dejado en libertad inmediatamente después del 11 de septiembre y de él nunca más se supo. Según pudimos concluir después de muchas indagaciones, el 12 de septiembre un grupo de muchachos pertenecientes a Patria y Libertad toma contacto con las Fuerzas Armadas.
Ocultos en un fundo en la zona de San Felipe dicen ser los autores del asesinato de Arturo Araya. Un camión militar los conduce a Valparaíso. No alcanzan a estar 60 días presos y son trasladados a una clínica de Santiago mientras se tramita el proceso.
Cauce tuvo acceso a la documentación procesal. De su lectura se desprende que uno de los integrantes del comando asesino, Mario Rojas Zegers, había sido puesto a disposición del Tribunal el 3 de agosto de 1973. La opinión pública nunca conoció este hecho. En esa misma época el Juzgado Militar se declaró incompetente para seguir conociendo la causa. Fuimos informados también que el principal implicado, Guillermo Clavenie Bartet, autor real, al menos como resultado del proceso, de los disparos asesinos, había actuado anteriormente para la Inteligencia militar. Nicanor Diaz Estrada nunca obtuvo confirmación de estos hechos.
La lectura del proceso arroja muchas luces sobre los hechos. En él se deja constancia que el grupo de Claverie manifiesta «haber sido avisados que ese día a la medianoche se produciría un golpe de Estado propiciado por la Armada Nacional y por la Fuerza Aérea y por esta razón, estimaron necesario colaborar con la acción militar. El legajo refiere más adelante que «actuando de este modo, el grupo entendía que se daría una excusa a las Fuerzas Armadas para justificar el derrocamiento del Gobierno”.
Guillermo Claverie declara durante la indagatoria: «Alrededor de las 20.30 horas del 26 de julio nos dirigimos con Willie Bunster en el auto Dodge Dart de su abuela a la casa de Jorge Ehlers. Nuestra intención era saber si había alguna novedad. En esos minutos se encontraba estacionado frente a la casa un jeep japonés perteneciente a Alejandro Ellis, yerno del señor Ehlers. En cuanto nos vio expresó: «Qué bueno que hayan venido. Los estábamos tratando de ubicar, porque habrá un operativo esta noche. La marina se deja caer sobre Santiago para tomar el control de la situación».
Claverie agrega: «Ellis nos dijo que teníamos que ir al sector de Providencia a fin de sembrar el caos y ayudar a las fuerzas navales. Otros grupos tenían asignados diferentes sectores y que si había que volar micros, incluso con pasajeros, lo hiciéramos».
Gentileza: TVN
Otro de los implicados. Guillermo Bunster Titsh, declaró: «Sé que había diversos sectores en los cuales se trataría de provocar incidentes. De la casa de Ehlers sacamos una caja de miguelitos Una metralleta Batan nos la consiguió Jorge Ehlers de un señor que vive en Américo Vespucio con Apoquindo».
Todas estas declaraciones fueron ratificadas por el abogado defensor del comando asesino, Raúl Tavolari, quien expresó a Cauce que «ellos estaban convencidos que los iban a recibir como héroes ya que estaban siendo organizados y financiados por gente de las Fuerzas Armadas El armamento lo proporcionó gente de las Fuerzas Armadas”.
– ¿Quién era el contacto que tenían en las FF.AA.?
“Básicamente era Jorge Ehlers, según me declararon».
En octubre de 1974 se les otorga la libertad, hecho que ya se cumplía a medias en la clínica de reposo donde se encontraban. Pero las interrogantes siguen surgiendo. El arma asesina no fue jamás hallada. Ninguna de las armas puestas a disposición del Tribunal disparó las balas asesinas.
De la misma manera no se pudo establecer quién fue el autor del disparo ni el arma que disparó la bala marca Remington cuya vainilla apareció frente a la casa de Arturo Araya Fue realmente Claverie el autor de los disparos? ¿Encubrió con su declaración a otra persona?.
Cauce consultó la opinión del abogado Raul Tavolari, quien expresó «Puede que, efectivamente, el arma que desapareció sea el arma asesina. La otra explicación, más novelesca, es que la bala vino de otro lado. Por la trayectoria de la bala es posible imaginárselo» Una de las diligencias que nunca pudo hacer cumplir Tavolari fue que se citara a declarar a Jorge Ehlers. Este, con posterioridad al golpe militar, ocupó durante tres años la dirección de la DIGEDER.
El proceso se fue prolongando. Los integrantes de la Corte Marcial que concedió la libertad al comando asesino fueron el Almirante Adolfo Walbaum y la Ministro Iris González. Por procedimiento, la Corte Marcial para la Marina de Guerra debió haber pedido previamente autorización al Almirante José Toribio Merino, su superior jerárquico.
Finalmente, y después de muchas tramitaciones, el proceso llegó a la Corte Suprema, la que confirmó la sentencia solicitada por la Corte Marcial para el principal responsable: 3 años y un día. No había lugar a la remisión de la pena. No quedó más que recurrir al indulto presidencial.
Interesante resulta leer el proceso a la luz de los hechos de violencia que se conocen hoy día. En él se lee: «Lo que la ley prohíbe es constituir milicias privadas, grupos de combate o partida militarmente organizada. Cabe colegir que necesariamente estas milicias deben crearse con el fin preciso de tener actuación militar, es decir, deben estar de tal manera constituidos, financiados, dotados, ayudados, instruidos, incitados, que puedan, con alguna perspectiva racional de éxito, enfrentarse a otras milicias, grupos o partidas».
Y el libelo del Juez Naval agrega: «Es obvio que la organización bastante inconexa y desordenada del grupo de Claverie no puede llegar a constituir, en forma alguna, uno de los organismos que la ley prevé y más bien podría caracterizársele como un simple conjunto de jóvenes de mente convulsa».
Aquella noche el comando asesino atacó, con explosivos y armas, buses, vehículos, transformadores eléctricos. Sus integrantes arrojaron miguelitos e hirieron a tres hombres indefensos en diferentes puntos de Santiago para culminar asesinando al Comandante Arturo Araya. Extraña interpretación de la justicia.
Para Guillermo Claverie no era extraño. El 3 de diciembre de 1980 se dirige al General Augusto Pinochet en los siguientes términos: “He reiniciado mi vida desempeñándome cómo ciudadano ejemplar, cumplidor de mis obligaciones y deberes para con la Patria cómo fue y ha sido siempre Los hechos que me tocó protagonizar son para la mayoría de los chilenos solamente un oscuro recuerdo en el tiempo, pero para mí, un anónimo protagonista de los hechos que hoy hacen que nuestra Patria sea uno de los escasos remansos de paz en el mundo, tales hechos cobran dramática vigencia”.
Y agrega: «Confiando enteramente en la comprensión y sentido de equidad de VE. para con el que fue uno de los colaboradores para lograr la paz actual, me permito solicitar la gracia del indulto».
Al parecer el General Pinochet, el Almirante José Toribio Merino y Enrique Montero Marx, ex compañero de armas de Arturo Araya y Ministro del Interior de la época, compartieron los fundamentos de la solicitud, pues el indulto les fue concedido de inmediato.
General (R) Nicanor Díaz Estrada: «Yo no los habría indultado»
Al final de la investigación visitamos al General (R) Nicanor Diaz Estrada, jefe militar de la investigación del asesinato del Comandante Arturo Araya. Se sorprendió. «¿Quiere arruinar mi libro?, dijo con una sonrisa. Es evidente que conoce mejor que nadie los entretelones del caso y que el libro que prepara seguramente será polémico. No hay que olvidar que el rol que jugó en la investigación le permitió tomar contacto con todos los servicios de inteligencia del país y así ser uno de los artífices del golpe militar del 11 de septiembre.
Sentado en el living de su hogar recuerda al Comandante Araya:
– Era un hombre muy profesional. Con profundas convicciones democráticas. Uno de los grandes problemas que tenía era que algunos oficiales de la Armada creían que era UP.
-¿Y Ud. qué cree?
Que no lo era. Categóricamente se lo digo. No era UP.
-¿Quién lo nombró a Ud. a la cabeza de la comisión investigadora?
Yo era Subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y Jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Recibía información de otros departamentos de inteligencia. En una reunión que hubo con Alfredo Joignant, Director de Investigaciones, éste le tiró la caballería encima a algunos oficiales. Entonces yo le manifesté al Almirante Carvajal, Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, que no era posible ponerle capitanes a Joignant. Luego nos llamó el Presidente y comenzó todo.
-¿Ud. estaba consciente que el asesinato de Araya se estaba presentando como ejecutado por fuerzas de izquierda?
Se pretendió presentarlo así, pero a mí no me importaba qué partido lo había hecho. Hubo problemas con un muchacho que era afanosamente buscado en Farellones, Joignant puso más de 100 agentes y este muchacho con la mandíbula quebrada cruzó cerros y se entregó a nosotros.
-¿Quién era ese muchacho?
El primero del grupo que realmente mató a Araya. Se entregó un día domingo en la mañana. (Al parecer se refiere a Mario Eduardo Rojas Zegers).
-Al final ¿se hizo justicia o no?
Cuando ubicamos a los asesinos se hizo justicia. Que después los hayan indultado es otro cuento.
Yo en esa parte no tengo nada que ver. Esa historia es mucho más complicada. Cuando lea mi libro entenderá. Yo no los habría indultado. A estas alturas ya no me extraña nada.
Los integrantes del comando asesino
René Guillermo Claverie Bertet.
Mario Eduardo Rojas Zegers.
Guillermo Francisco Necochea Aspillaga.
Miguel Víctor Sepúlveda Campos.
Uca Eileen Lozano Jeffs.
Guillermo Adolfo Schilling Rojas.
José Eduardo Iturriaga Aránguiz.
Luis Guillermo Perry González.
Luis César Palma Ramirez.
Ricardo Vélez Gómez.
Rafael Mardones Saint-Jean.
Adolfo Palma Ramírez.
Enrique Quiroz Ruiz.
Wilfredo Humberto Perry González.
Odilio Castaño Jiménez.
Carlos Fernando Farías Corrales.
Juan Zacconi Quiroz.
Andrés Pablo Potin Lailhacar.
Tito Alejandro Figari Verdugo.
Almirante (R) Raúl Montero: «El tiempo es el mejor juez»
“¿Como están sus dos hijas?», dijo con una sonrisa mientras me abría las puertas de su hogar en Viña del Mar. Hasta allí llegué buscando al último Comandante en Jefe constitucional de la marina chilena, el Almirante Raúl Montero.
El 11 de septiembre de 1973 fue su último día en las Fuerzas Armadas. Fue desplazado por el Almirante José Toribio Merino al negarse a participar en el golpe militar que derrocara al gobierno de Salvador Allende. Se manifiesta renuente a comentar la situación contingente y yo prefiero no insistir. En ese hogar sobrio y cálido se respira un ambiente de libertad y respeto, como si durante todo este tiempo se hubiese mantenido en hibernación. Pero es evidente que los recuerdos están muy vivos y que la realidad muy presente en toda la conversación, empaña toda una vida dedicada a «su primer amor»: la marina.
-¿Cómo recuerda al Comandante Araya?
Tuve la fortuna de tenerlo como instructor de marina a bordo del buque escuela Esmeralda cuando fui designado su Comandante. Allí pude apreciar su extraordinaria calidad moral, su simpatía y clara inteligencia.
-¿Qué cualidades tenía que a Ud. lo indujeron a proponerlo para el cargo de Edecán presidencial?
Era un marino limpio, cristalino. Tenía mucho criterio y era profundamente patriota. Como Edecán, fue un marino químicamente puro, siempre luchando por dar una imagen exacta de lo que es el oficial de marina, sin hacer concesiones ni tener destemplanzas.
-¿En qué momento fue designado Edecán presidencial?
Veinticuatro horas antes que yo asumiera como Comandante en Jefe y el mismo día que asumió el Presidente Allende.
-Ya había sido asesinado el General René Schneider. ¿Estaba Ud. consciente que asumía funciones en un periodo difícil?
Yo estaba enterado del momento que se vivía: íbamos a tener que combatir un temporal pero ése es precisamente el instante en que los hombres tienen que subir al puente y asumir sus responsabilidades.
-¿Temió la relación con un Presidente marxista?
No. En ningún momento.
-¿Recibió presiones?
No y lo agradecí profundamente, porque cuando fui honrado con la designación dije que ponía una sola condición, la que talvez con mi falta de conocimiento político, podía ser muy dura. Quise ser Comandante en Jefe integral y no iba a permitir ninguna intromisión en mi institución ni menos imitación de funciones.
-¿Por qué cree Ud. que asesinaron al Comandante Araya?
Esa noche fue muy sombría para mí.
-En ese momento cierta prensa dijo insistentemente que el asesinato fue cometido por partidarios del gobierno. ¿No sintió Ud. deseos de retirarse del Gobierno?
Nunca cometí la ligereza de atribuir un acto tan innoble a un sector u otro. Me preocupé si de que hubiera una severísima investigación. Pedí al Presidente que se agotaran los recursos para esclarecer ese crimen, cualesquiera fuera el resultado.
-¿Qué pasó luego con la investigación?
Yo nunca supe de los resultados: Oí rumores que se trataba de una situación muy complicada y confusa.
De improviso la luz se apaga. Es un apagón total. Con su parsimonia habitual él y su esposa disponen velas en el acogedor salón. Me decido y le relato el resultado de mi investigación: la identidad de los asesinos, el indulto presidencial. Se produce un silencio ominoso, largo y un poco sobrecogedor.
-¿Por qué transmite tanta tranquilidad?
Tal vez porque tengo paz en la conciencia. Siempre he asumido mis responsabilidades hasta el último minuto. Amo la verdad, confío mucho en un juez infalible que es el tiempo, el cual todo lo clarifica.
-¿Siempre?
¡Siempre! Tarda a veces, pero a todos nos llega la hora.